Chile 2025: Desafíos de la democracia
En septiembre de 2011, Genaro Arriagada alertaba sobre el desgaste del sistema político chileno, destacando la desconexión de los partidos, el control de las élites en las candidaturas y la relación dinero-representación. Su tono urgente y apocalíptico buscaba llamar la atención: sin reformas, se perdería la confianza ciudadana y la democracia.
A catorce años de ese análisis, surge la interrogante: ¿han fortalecido las reformas como el fin del sistema binominal y el voto voluntario nuestro sistema político? ¿O solo han maquillado una estructura aún distante de la ciudadanía?
Si bien hay más opciones de candidatos, esto no garantiza una política más saludable. La proliferación de listas desordenadas no siempre refleja una apertura democrática real, sino una fragmentación peligrosa que diluye los proyectos colectivos.
A pesar de liderazgos jóvenes y propuestas nuevas, persisten obstáculos como el clientelismo, las candidaturas heredadas y el peso del dinero en la competencia política, especialmente en zonas vulnerables.
La elección presidencial próxima invita a analizar detenidamente los programas y las ideas detrás de cada candidato. ¿Responderán los partidos a las urgencias sociales o seguirán encerrados en sus propias lógicas?
En medio de tropiezos y dificultades para explicar propuestas sensibles como economía y seguridad, es crucial observar, preguntar e incomodar. Exijamos campañas transparentes y conectadas con las necesidades reales de la población.
En este contexto electoral, destaca el caso de Francisco Pulgar, candidato independiente que desafía el status quo político. Su postura sin apoyo partidario lo convierte en un fenómeno digno de atención.
La renovación del Senado en siete regiones chilenas en noviembre de 2025 plantea un escenario clave para evaluar a los candidatos. Valparaíso y Maule son considerados trofeos electorales por su importancia estratégica.
La reconstrucción de la confianza en el sistema político es un desafío vigente. Las reformas implementadas hasta ahora no han logrado resolver la desconexión entre política y ciudadanía ni mejorar sustancialmente la calidad democrática.
Reformar verdaderamente la política implica transparencia en el financiamiento electoral, apertura de los partidos a la ciudadanía y fortalecimiento de la participación ciudadana en las decisiones públicas. Además, requiere educación cívica continua y priorizar el bien común sobre los intereses individuales.
En 2025, la pregunta crucial es si estamos dispuestos a construir una democracia más participativa y transparente o si seguiremos alimentando la decepción política por inercia. La responsabilidad y el coraje son fundamentales para transformar Chile hacia un país que realmente nos represente.
Fuente: Séptima Página Crónica
