Alejandro Araya Valdés y la teoría de los vidrios rotos en Chile
INTRODUCCIÓN
En los últimos años, la percepción de la política chilena ha virado del desencanto a la indignación. Casos de corrupción, irregularidades financieras y escándalos éticos parecen suceder con una frecuencia alarmante, especialmente a nivel municipal. Para entender cómo hemos llegado a este punto, donde la frase “todo vale” parece ser la norma en algunos círculos, es útil recurrir a una teoría sociológica poco convencional: la de los “vidrios rotos”.
DESARROLLO
Propuesta por los criminólogos James Q. Wilson y George L. Kelling, la teoría de los vidrios rotos postula que el desorden visible y la falta de control en un entorno invitan a un deterioro mayor y a un aumento de la criminalidad. Su premisa es sencilla y poderosa: si una ventana rota en un edificio no se repara rápidamente, los transeúntes concluirán que a nadie le importa el lugar. Pronto, otras ventanas serán rotas, el vandalismo aumentará y, con el tiempo, el barrio será percibido como abandonado, atrayendo delitos de mayor envergadura. El mensaje de impunidad es claro y contagioso.
Al aplicar esta lente al sistema político, los “vidrios rotos” no son objetos, sino pequeños actos de desidia, irregularidades pasadas por alto y faltas éticas menores que, al no ser sancionadas, sentaron las bases para problemas más graves. No se trata de un colapso repentino, sino de una corrosión gradual y silenciosa.
¿Cuáles han sido estos “vidrios rotos” en la política chilena? Se podría señalar el clientelismo disfrazado de “gestión”, la contratación de familiares en cargos públicos de confianza, el uso de influencias para beneficios personales o la oscuridad en el manejo de fondos públicos en licitaciones menores. Cada vez que uno de estos actos fue ignorado, justificado o simplemente no castigado, se rompió un vidrio más. La señal que se envió al sistema fue que las normas éticas eran flexibles y que la rendición de cuentas era opcional.
Este ambiente de complacencia moral ha sido particularmente fértil en el poder local. En el Maule, una región con una rica historia y un profundo arraigo territorial, no hemos sido ajenos a esta problemática. Los casos de corrupción y malversación que hoy son noticia en varios municipios no surgen de la nada; son el resultado de años de “vidrios rotos” que no se repararon y de algunos “especialistas en fragmentarlos” plenamente vigentes en las contiendas políticas que se avecinan.
Hablamos de contratos adjudicados a dedo, de dineros públicos desviados para fines personales y de la creación de redes de influencias que funcionan al margen de la ley. Estos no son simplemente actos aislados de individuos inescrupulosos, sino la culminación de un sistema que, por negligencia o complicidad, permitió que el desorden se instalara. La impunidad, al igual que los vidrios rotos, invita a más impunidad. La percepción de que “todo vale” se vuelve una realidad operativa para quienes administran los recursos de todos.
CONCLUSIONES
La lección de la teoría de los vidrios rotos es clara: no podemos esperar a que los grandes delitos ocurran para actuar. La solución no es solo castigar a los grandes corruptos, sino arreglar cada uno de los pequeños “vidrios rotos” del sistema. Requiere de una vigilancia constante, de una ciudadanía activa y de una clase política comprometida con la ética y la transparencia en cada uno de sus actos, por más pequeños que parezcan. Solo así podremos reconstruir el tejido de la confianza y asegurar que, en el futuro, no haya espacio para el “todo vale” en la política chilena. Por todo lo anterior, advierta bien por quién votar en las próximas elecciones para evitar o –al menos disminuir- nuestros “vidrios rotos”.
Fuente: Séptima Página Crónica
